El sábado recién pasado, luego del torrencial aguacero que causó estragos en el Distrito Nacional y otros puntos de la geografía del país, nos volcamos, como de costumbre, principalmente en las redes sociales, a emitir simples juicios sin sentarnos a pensar en las razones y causas que pudieran causar semejantes estragos en nuestro diario vivir.
Circularon imágenes de personas arrojando desperdicios a las calles, así como filtrantes y desagües tapados
¿Todos estamos claros de que los residuos sólidos urbanos esparcidos causan lentitud en nuestro sistema pluvial? ¿Sabemos que las lluvias los esparcen haciendo de cualquier pedazo de territorio un vertedero flotante? ¿Son estos realmente los causantes de tanto desastre? La respuesta es un rotundo NO.
Según estimaciones, Santo Domingo ha pasado, en las últimas cuatro décadas, de una población y flujo de personas de un millón diario, a unos cuatro millones.
Pero más significativo ha sido el crecimiento de horizontal a vertical, que sustituyó rápidamente una familia de 5 personas y, quizás dos vehículos, en un espacio de 600 metros cuadrados, por una torre de 6 a 8 pisos, con 16 familias, 30 vehículos, y no menos de 48 personas.
La densidad poblacional, el incremento del tráfico vehicular y el irrespeto total a los reglamentos de uso de suelo han causado que la ciudad crezca sin planes eficientes para manejo de cualquier asunto municipal.
Este problema recae directamente sobre autoridades del pasado y presente, por no realizar una labor correcta con la creación de un plan territorial y velar por su aplicación.
Pero cargarle la culpa a la actual administración municipal sería injusto. La responsabilidad es mía, suya, de todos.
Nosotros que durante cuatro décadas hemos permitido dirigir nuestros votos hacia comunicadores, merengueros, artistas, líderes de programas de variedad y políticos sin preparación alguna, experiencia. Se han elegido a personas que ni siquiera han realizado un curso básico en municipalidad, desarrollo territorial, manejo de residuos sólidos urbanos o cualquiera de los temas vitales que hacen una municipalidad.
Ha primado que ciudadanos, votantes, no estén interesados en cuestionar lo realmente importante, que son los planes de gobernanza municipal, y eligen por pasión, o simple rechazo a cualquiera que pretenda hacer una campaña basada en aspectos técnicos y acciones medibles. Se ha preferido la simpleza y el fervor del fanatismo.
Del error de la ciclovía a una solución
No hay que ser experto ni buscar asesores costosos para admitir el error de la creación de un programa dirigido a una población que menos del .01% utiliza este vehículo como medio de desplazamiento, y enfrascarse en mantenerlo, defenderlo y hasta castigar severamente a quien irrumpe en el mismo es sencillamente soberbia.
Por qué no utilizar este intento fallido y de su hipótesis crear algo realmente novedoso, por qué no restablecer sus barreras un poco más rígidas, y expandirlo a las vías más transitadas y grandes avenidas, luego convertirla en una motovía.
Así de simple se tomaría un fracaso y se llevaría a programa exitoso que evitaría innumerables accidentes de tránsito, protegería más vidas eliminando los zig zag en medio de vehículos, con todo el riesgo y estrés que significa para los conductores.
Seamos críticos, pero no con nuestro día a día, sino al momento de cuestionarnos a quien le regalamos nuestro voto; seamos críticos y exigentes hablando con la verdad y sin miedo a convertirse en un paria al momento de decir públicamente lo mal hecho o lo que ni siquiera se hizo en algún ámbito.
Quizás así no tendremos otros Jochy (José Antonio Batista), desesperados por llegar a atender a su hija, y desapareciendo en medio de una inundación urbana provocada por las lluvias.
Por: Jorge E. Rizek