En los meses recientes Estados Unidos y China han protagonizado una serie de incidentes que elevaron la temperatura de la renovada guerra fría entre ambas potencias en lo diplomático y en lo militar. La isla de Taiwán, llamada “provincia rebelde” por el régimen de Beijing, es la manzana de la discordia y el escenario de estas tensiones. ¿Realmente ambos países están al borde de la guerra?
Desde que la entonces jefa de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitó Taiwán en el 2022 y desató el enojo del gobierno chino, Estados Unidos y China han intercambiado declaraciones y ejercicios militares en el estrecho de Taiwán que reavivaron el temor de una Tercera Guerra Mundial.
El secretario de Estado, Anthony Blinken, y la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, visitaron Beijing en junio y julio respectivamente, con el objetivo, dijeron, de fortalecer y profundizar las relaciones principalmente económicas con el gobierno chino. Yellen declaró que Estados Unidos no tiene intención alguna de desvincularse de China, pues, agregó “la desvinculación de las dos mayores economías del mundo es virtualmente imposible”.
Blinken señaló que su visita buscaba evitar que “acciones escaladas no intencionadas sean perjudiciales para la relación económica bilateral general entre Estados Unidos y China”. Mientras Blinken visitaba China, el ministro de defensa chino, general Li Shangfu, dijo en la cumbre de seguridad realizada en Singapur que “una guerra entre China y Estados Unidos sería un desastre insoportable para el mundo” y que ambas naciones deben buscar entenderse.
Simultáneamente, también en julio una delegación del gobierno chino visitó Pyongyang, Corea del Norte, un país abiertamente hostil a Washington. Los funcionarios chinos se reunieron con el dictador Kim Jong Un para conmemorar el 70 aniversario del fin de la Guerra de Corea. En el acto, ambos países reafirmaron su compromiso de llevar sus relaciones bilaterales a “un nuevo nivel”.
En agosto la secretaria de Comercio de EE.UU., Gina Raimondo, también visitó Beijing, convirtiéndose en el cuarto funcionario del gobierno de Joe Biden en visitar China solo en este verano. Ya el delegado especial para el Medio Ambiente, John Kerry, lo hizo también recientemente. En 2022 el comercio entre Estados Unidos y China alcanzó el máximo histórico de US$ 690.000 millones de dólares.
Recordemos que el incidente del presunto globo espía chino derribado en febrero sobre las costas de Carolina del Sur no pasó de lo casi anecdótico. Pese a que Beijing declaró que “se reservaba el derecho de tomar acciones ulteriores”. La coyuntura tensa obligó a Blinken a cancelar su viaje a China, pero vemos que igual lo realizó en junio. Ese fue el primer viaje a China de un secretario de Estado en funciones de Estados Unidos en cinco años.
Desde la visita de Pelosi, China no ha parado de realizar ejercicios con buques de guerra y aviones de combate cerca de Taiwán, ubicada a solo 128 kilómetros de China continental. Incluso con fuego real. Blinken reafirmó que su gobierno no apoya la independencia de Taiwán, que es una democracia autónoma. Tampoco ningún cambio unilateral del status quo imperante entre China y Taiwán, pero si la determinación de la isla de, y cito, “poder defenderse por ella misma”. En tácita mención que Estados Unidos no intervendría militarmente ante una eventual invasión de China a Taiwán.
Las intenciones de Estados Unidos con China son claras. Llevarse bien con los chinos en lo económico. Poco importa si China y Rusia acordaron construir el gaseoducto Poder de Siberia 2, o si China integra la iniciativa internacional BRICS, que quiere acabar con la hegemonía del dólar. Las dos economías más grandes del mundo, como dijo la secretaria Yellen, simplemente no pueden divorciarse.
Por José Andreu Figueroa. Miami, Florida.