En 1988, en medio de las tensiones que originó la desintegración soviética, armenios agitaron una revuelta en Nagorno Karabaj para que este fuera gestionado por Armenia.
Esta aumentó cuando, en 1991, la República Soviética de Azerbaiyán abolió la autonomía del Alto Karabaj, provocando un movimiento nacionalista armenio que declaró su independencia.
Esto desató una guerra sangrienta, con unos 30.000 muertos, cientos de miles de desplazados y reportes de ambos bandos de limpieza étnica y masacres.
En 1993, los armenios retomaron el control de Nagorno Karabaj y de más territorio alrededor de Azerbaiyán. Más tarde, en 1994, Rusia medió para negociar un alto al fuego.
Tras ese trato, el Alto Karabaj permaneció como parte de Azerbaiyán. Pero desde entonces ha estado gobernado la mayor parte del tiempo por una autoproclamada república separatista. Gestionada por la etnia armenia y apoyada por el gobierno armenio.
Varias conversaciones de paz se han llevado a cabo desde entonces, mediadas por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa. Un organismo creado en 1992 y encabezado por Francia, Rusia y Estados Unidos.
Sin embargo, los enfrentamientos continuaron y en 2016 decenas de soldados murieron en ambos bandos.
Entre septiembre y noviembre de 2020, nuevos choques se prolongaron durante seis semanas hasta que nuevamente Rusia intervino para implantar un alto al fuego. Bajo los términos de las conversaciones, Azerbaiyán retuvo varias zonas que conquistó durante el conflicto y tropas armenias se retiraron de ellas.
En aquella ocasión, más de 6.000 soldados murieron y las consecuencias se interpretaron como una derrota para Armenia.
Ahora, los enfrentamientos de este lunes y que originaron alrededor de 50 muertos por bando, nos recuerdan que el conflicto sigue vivo. En un momento ya de por sí difícil para la región por la guerra que enfrenta a Rusia y Ucrania.
En este conflicto también intervienen dos potencias de la zona que son Rusia y Turquía. Los vínculos cristiano-ortodoxos entre Rusia y Armenia son más fuertes. Mientras, Azerbaiyán tiene otra vinculación islámico-musulmana que le acerca más a Turquía.
Debido a estas vinculaciones e intereses, el conflicto del Alto Karabaj involucra de lleno a las potencias Rusia y Turquía.
Turquía se ha alineado con Azerbaiyán y ha dicho a Armenia que “cese sus provocaciones”.
Europa quiere mantener la paz en Azerbaiyán, de donde importa 8.000 millones de metros cúbicos de gas al año.
Tras sufrir la pérdida de suministro de gas de Rusia, la Unión Europea alcanzó un acuerdo reciente con Azerbaiyán para incrementar sus suministros de gas. Ese acuerdo incluye un suministro de hasta 12.000 millones de metros cúbicos en 2023 y hasta 20.000 millones de metros cúbicos en 2027.
Sin embargo, dicho acuerdo dependerá de las empresas extranjeras que inviertan en Azerbaiyán para asegurarse que tiene tal capacidad de exportación.
Un condicionante que seguro se vería afectado en caso de escalar otro conflicto en este complejo espacio postsoviético.