El transito dominicano una agonía sin final

Por Francisco Tavarez. El Demócrata.

El congestionamiento y la ausencia de educación vial son solo algunos de los ingredientes letales que tenemos como país, el descontrol vehicular de Santo Domingo es evidente y no puede esperar más por su solución o, por lo menos, medidas que contribuyan a aliviarlo.

El daño al medioambiente y los niveles de estrés que provoca a quienes nos exponemos a largas horas en una congestión vehicular son solo uno de los males del tráfico en la República Dominicana. La propuesta que requerimos ante esta problemática es igual de importante que los avances que necesita la educación, el acceso a la vivienda y la seguridad ciudadana en nuestro país.

Desde hace varios años se ha querido exportar soluciones, como es el caso del Transmilenio en Colombia. Uno de esos intentos fue la creación de la Oficina Metropolitana de Servicios Terrestre (OMSA) la cual surgió del interés por modernizar el transporte dominicano a través del mantenimiento y seguridad de los autobuses públicos, iniciativa que perdió su propósito entre la corrupción y la falta de calidad de sus servicios. A más de veinte años de servicio se mantiene con más sombras que luces.

En el año 2009 con la inauguración de la primera línea del Metro y la incorporación de las subsiguientes líneas; así como con la implementación del teleférico podemos afirmar que estamos ante proyectos necesarios, pero cortoplacistas para la solución definitiva al caos vehicular dominicano. Si a esto le sumamos la malversación de fondos y los cuestionamientos a la institución responsable del sistema de movilidad, transporte terrestre y seguridad vial de nuestro país con certeza podemos decir que el futuro no es nada prometedor.

No es difícil entonces llegar a nuestra primera conclusión: la solución no es crear nuevas instituciones o construir nuevas obras, de manera firme y categórica podemos decir que no hay ni ha habido nunca voluntad política para contrarrestar el desorden de los carros de concho y las guaguas controladas por los sindicalistas dueños de rutas del transporte y catalogados como los intocables.

Si miramos hacia América Latina el caso de Bogotá trae importantes lecciones para la situación dominicana. Bogotá pasó de tener uno de los modelos de transporte más exitoso con el Transmilenio a un deterioro estrepitoso, así pues, primero debemos tener funcionarios éticos, capacitados y dispuestos a enfrentar cualquier obstáculo para garantizar un transporte público eficiente y, en consecuencia, un tránsito ordenado. Cada día la situación en Santo Domingo es preocupante con un daño directo en la economía y a la salud de los dominicanos.

Hasta que este no sea un tema asumido de manera rigurosa ni el empresariado se una para colaborar con soluciones viables y de aplicación inmediata seguiremos padeciendo la agonía de sufrir tapones y continuaremos ocupando los primeros lugares en accidentes de tránsito.

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