Cuando el ultraderechista Jair Bolsonaro ganó la presidencia de Brasil cuatro años atrás, muchos se preguntaban si el suyo sería un fenómeno político efímero. Como tantos otros en América Latina y la respuesta llegó con las elecciones el domingo 2 de octubre.
Lula logró 48,4% de los votos en la primera vuelta del domingo y quedó primero, mientras Bolsonaro obtuvo 43,2%. Es el único presidente brasileño que ha entrado a un balotaje con menos apoyo que su rival.
Pero la diferencia de 5,2 puntos porcentuales entre ambos fue bastante menor de lo que proyectaron las encuestas. Antes del domingo ubicaban a Lula con una ventaja de hasta 14 puntos sobre Bolsonaro. Con chances de superar la mitad de los votos válidos y evitar el balotaje.
El presidente brasileño recibió más respaldo que lo proyectado en sondeos previos. Y esto revela algunas realidades.
El ascenso político del excapitán del ejército, fue visto como un reflejo del desencanto popular con la clase política.
Pero algunos observadores creen que Bolsonaro también se volvió líder de una ola conservadora surgida en la última década en Brasil. Como reacción a la expansión de derechos de minorías en democracia.
Se debe entender qué cambia en la voluntad del votante en un mundo donde las redes sociales son más importantes que otras formas de hacer campaña. Porque algo salió mal, las encuestas no detectaron este escenario”,
El Partido Liberal (PL), al cual Bolsonaro se afilió en noviembre del año pasado, se aseguró 98 diputados federales en una cámara de 513. Tiene así la bancada electa más numerosa de Brasil en los últimos 24 años.
El PT, la mayor fuerza política brasileña en lo que va de este siglo, obtuvo 76 asientos de diputados (20 más que en la actual legislatura).
El presidente pareció recibir un respaldo importante entre la clase media de las ciudades. Lula tuvo un apoyo esperado de los votantes más pobres, pese a que Bolsonaro les aumentó la asistencia económica en los últimos meses.
El apoyo electoral de Lula se explica en gran medida por el recuerdo que tienen sus votantes del período en que gobernó (2003-2010). Tuvo una bonanza económica impulsada por altos precios de las materias primas y programas sociales que elevaron a millones de personas a la clase media.
Quienes optan por Lula parecen colocar esos logros por sobre los casos de corrupción que incluyeron una condena de cárcel para el expresidente. La cual fue anulada por el Supremo debido a errores en el proceso.
Los especialistas tienen distintas explicaciones para la divergencia entre las encuestas y los votos que tuvo el presidente. Más allá de posibles fallas en las muestras usadas en los sondeos.
La conclusión más evidente es que las encuestadoras tuvieron problemas para medir una porción de los votantes de derecha de Bolsonaro. Quien en la primera vuelta de 2018 también recibió un porcentaje de votos válidos mayor a lo que proyectaron sondeos previos.
Algo parecido ocurrió en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos. Las encuestas de intención de voto subestimaron el respaldo en varios estados a Donald Trump. Un aliado de Bolsonaro, que en 2020 aspiró sin éxito a la reelección.
En Brasil estiman que, además de un posible “voto oculto”, Bolsonaro pudo haberse beneficiado el domingo del “voto útil”. Personas que pensaban apoyar a otros candidatos y a último momento votaron por él para evitar que Lula ganara sin balotaje.
Si bien aún es pronto para anticipar quién ganará el balotaje, todo indica que el bolsonarismo tendrá protagonismo político en los próximos años en Brasil. Aun si Lula es electo presidente.